miércoles, 26 de marzo de 2014

Quintos!

Esta tarde vi el cartel de los quintos de Matilla y me asaltó una duda: ¿Quienes son los quintos? ¿Por que se celebran? y ¿por que ese nombre?. El caso es que me puse a investigar y pensé que igual a muchos de vosotros también os gustaría saber de donde viene esta tradición (si es que aun no lo sabéis)

En España, se llamaba quintos a los jóvenes que al cumplir la mayoría de edad se iban a hacer el servicio militar. En aquellos momentos, según tengo oído podían englobar a los nacidos 3 meses antes o después de comenzar el año oficial y estaba únicamente reservado para los hombres. Aunque el servicio militar ha desaparecido en España, en muchos lugares los quintos se han convertido en una tradición festiva, por la que los jóvenes, tanto hombres como mujeres, al cumplir la mayoría de edad, hacen una especie de fiesta para recordar a los “antiguos” quintos.

"Las calles del pueblo tenían un aroma especial, los mozos se apoderaban de ellas con sus coplas, la mayoría de las veces de tono subido o indicando que esa quinta era la mejor de todas. También solicitaban propinas para posteriormente pagarse alguna juerga." Recuerda un tal Ramiro Alvarez

Se que en Villaquejida, igual que en los pueblos de alrededor, no podía ser menos y cada año, los que cumplen esos añorados 18 y los que rondan los 50 se reúnen para celebrar esta fiesta. Así que a disfrutar! A disfrutar de ese día que QUINTO, oficialmente, solo se es una vez!



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Aquí os dejo dos páginas por si queréis saber un poco mas sobre la historia de esta festividad:
http://es.wikipedia.org/wiki/Quintos      Si queréis conocer las tradiciones en distintos lugares de España

http://www.madridejos.net/tradiciones/los_quintos.htm   Si queréis saber más sobre su historia: como era la rutina, como sus canciones y esa reconversión que sufrían los pueblos en aquellos momentos.


domingo, 23 de marzo de 2014

Chopos del río... Empieza la primavera! (fotos)

Hace unos días que entró la primavera y bueno me pareció una gran forma de celebrarlo con estas fotos de los chopos del río, estos que se extienden en linea recta, perfectamente colocaos, que parece que no ves el final y que te puedes perder entre ellos. En verano, y vosotros lo sabréis bien, puedes cobijarte bajo su sombra sin sentir el sol quemándote la espalda, en otoño sientes como las hojas castañas rompen bajo tus pies al caminar, en invierno, en ocasiones se cubre de blanco y la niebla no te deja ver mucho mas allá de tus pasos y en primavera.... en primavera si que están bonitos, con un verde especial, con las hojas movidas por el viento y la hierba verde, no hay mejor lugar para pasear.




 













sábado, 15 de marzo de 2014

Fotografías de familia

El fin de semana pasado estuvimos hablando en casa de viejas historias, para no perder costumbre y como nosotros no somos pocos, y por lo tanto fueron bastantes las ocasiones en las que mis tíos y mi padre vivieron una y otra vez la misma situación, salió el tema de las fotos de familia.
Cada vez que un nuevo miembro llegaba al mundo, a los pocos meses, tocaba ir a las eras donde un fotógrafo inmortalizaba el preciado momento. Si miras las fotos, si lo haces con detalle, sobretodo en las familias mas numerosas o menos pudientes, ves como el mismo jersey lleno de bolas y los mismos pantalones con las rodillas rasgadas pasaban de unos hermanos a otros, ves a los mayores crecer año tras año mostrando cada vez un atisbo de madurez mayor, y las caras de los respectivos padres en las que se empiezan a ver cada vez mas arrugas marcadas por el trabajo, la fatiga, los apuros económicos, y los rastros que dejan los recuerdos y el tiempo.
Cuando ya parte de los mayores eran adultos y se habían ido fuera del pueblo a buscarse un futuro, en las fotos de familia era necesario que saliesen el número de hijos inscritos, pero era imposible que viniesen, sobretodo los que estaban mas alejados de su tierra, solo por aparecer en la instantánea . ¿Que se hacía en esos casos? ... Pues se llamaba a un sobrino, a un primo, cercano o lejano, o incluso a un vecino, al que fuera necesario para que ocupase el lugar correspondiente. Así es que ahora, si miráis muchas de las fotos que tendréis en los algún cajón, posiblemente, sobretodo si igual que nosotros sois familia numerosa, os encontréis con personas inesperadas pero con las que poco a poco se creó un vínculo hasta que se hicieron como de la familia.


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Tras 10 días sin añadir entradas, después de pasar un fin de semana en el pueblo,  vuelvo con nuevas ideas, nuevas entradas y muchas mas fotografías que espero que os gusten y os traigan grandes recuerdos.

martes, 4 de marzo de 2014

Cenas en la bodega

De cuando era niña recuerdo las noches de sábado en el pueblo y cada una de sus respectivas cenas en la bodega. Unos pocos subíamos a las 8 de la tarde, con la ropa vieja y las chaquetas que encontrábamos por casa para escapar del frió y del humo, siempre en la furgoneta de mi tío hasta arriba de cosas. Y mientras unos limpiábamos la mesa y los cubiertos, los demás encendían la lumbre en la chimenea y comenzaban a preparar la cena. 
Para cuando el resto llegaba andando sobre las nueve de la noche, ya aquello estaba templado, el café preparado para poner al fuego y la mesa puesta. Solo quedaba sentarnos en aquella gran mesa de madera, en aquellas sillas que casi siempre estaban cojas y con el sitio justo ya que eramos bastantes, nos llegábamos a juntar unos quince cada vez que subíamos. Pero eso de cenar apretados, en ocasiones, se llegaba a agradecer, sobretodo cuando el fuego no era muy fuerte, cuando fuera hacía frío y cuando los braseros con los que tantas veces nos quemamos las zapatillas, ya no guardaban el calor de las brasas. ¿El menú?, casi siempre el mismo: Patatas cocidas con sepia y mucho caldo, daba igual la de veces que exigiéramos un cambio de menú, nada mas apartar la gruesa y pesada manta de lana que separaba las escaleras que bajaban desde el caseto de lo que era el comedor, sabíamos cual iba a ser nuestra cena. De vez en cuando llegaba algún postre sorpresa para tomar con el café, las menos de las veces, un café fuerte, lo recuerdo negro y cargado, al que solo se le quitaba el amargor con el azúcar húmedo que guardaban en el armario de madera de los cubiertos. Después siempre sacaban algunas botellas, de algunas aun guardo la imagen: una llevaba una rama de romero, otra un lagarto... la mayoría quedaba intacta encima de la mesa por que entre risa y risa se olvidaban de su existencia. Y siempre esperábamos la actuación especial: la queimada gallega. Recuerdo que muchas veces había algunos que se quemaban la boca y la garganta por no esperar un poco después de terminar aquel conjuro, con ritmo monótono y gallego poco tradicional que daba fin a la noche.
Muchas veces se nos ha echo tarde, muy tarde, recordando viejos tiempos del pasado, contándonos las cosas del presente y haciendo nuevos planes para el futuro. Acabábamos bajando a esto de las tres o cuatro de la mañana algunos que se atrevían a subir el coche hasta allí en coche, otros en la parte de atrás de la furgoneta de mi tío en la que hemos echo el trayecto hasta casa demasiada gente junta o si no a tientas, a oscuras por el camino empedrado que baja de las bodegas. 
En ocasiones se extraña hasta aquello de pasarse horas limpiando cubiertos para todos, hasta pasar frío y quemarse las zapatillas, hasta repetir menú cada vez que pisábamos aquel lugar, se echa de menos hasta el rasparse las rodillas en alguna que otra caída del camino de vuelta. Paseos que dejaron huellas en la piel, pero ahora yo no duelen, ahora te hacen sonreír.

Supongo que muchos de vosotros habréis vivido algo parecido o lo disfrutareis actualmente, y por eso entenderéis esto que os cuento. ;)