viernes, 24 de octubre de 2014

Viajes

Las cinco horas en tren de Galicia a León dan para mucho sobretodo para pensar en como cambian las cosas y recordar viejos momentos. Recordé como hace tiempo cuando era mas pequeña mi odio por pasar tantas horas en coche se batían en duelo con las ansias por ir al pueblo:
Así era que a mediados de Noviembre mis padrea tomaban la decisión y me decían "En Navidad vamos al pueblo" y un remolino de sensaciones y pensamientos comenzaban a surgir en mi caza. Las horas comenzaban a pasar mas y mas lentas y parecía que no quería llegar el día, la fecha que consideraba lo suficientemente prudente para empezar a preparar la maleta: 1 de diciembre.
Aquella maleta iba cargada de "por si acaso": la ropa de verano por si hacia calor, los gorros y bufandas por si hacia mucho frio, ropa para andar por casa, ropa para el domingo, ropa para la bodega, los cuadernos del cole, los blocs de dibujo, los libros, las cartas, los patines, el balón, las muñecas... todo ello para un solo fin de semana en el que no le daba uno a la mayoría de las cosas. Luego mamá, a hurtadillas, modificaba a su antojo mi equipaje la noche anterior y yo a sabiendas de los cambios y ya como costumbre, procuraba meter en mi mochila de piolín alguna que otra cosa escondida.
Era entonces cuando empezaba aquel angustiosos viaje de casi 5 horas que conseguía desesperarme antes de llegar a Orense y que se basaba en repetir una y otra vez las mismas preguntas: "¿Falta mucho?" "¿y cuanto falta en kilómetros?" "¿y en horas?"... Mientras ellos desesperados con mi desesperación intentaban que me durmiese o que estuviera entretenida mirando el paisaje pero sus esfuerzos eran nulos hasta que veía el cartel que ponía "Villaquejida" que anunciaba la entrada al pueblo y ya podía respirar profundamente por que me sentía como en casa.
 
Años después he empezado a preparar la maleta dos días antes, conté las horas que faltaban para que el tren saliese de la estación de Santiago de Compostela y me desesperé mirando a través de cristal los paisajes que quedaban a ambos lados de las vías del tren antes de llegar a mi destino y finalmente volver a las calles del pueblo y ver a mi gente.
 
Si, las cosas cambian con el paso del tiempo pero hay sensaciones que a pesar de los años siguen ahí.

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