Este fin de semana, tres días plagados de aire, lluvia y
mas lluvia, subí al desván y en unas cajas encontré un álbum de fotos,
una sonrisa se me dibujó en el rostro.
Eran unas fotografías de
familia, de 1990, cuando mi hermano paraba los veranos en el pueblo, en
ellas no salían personas, si no unas pequeñas bolitas de colores que
parecían tener pelo.
Mas tarde, mirándolas mas de cerca, me di cuenta de que aquellas
bolitas esparcidas por el corral de casa eran alguno de aquellos
pollitos de colores que el abuelo compraba cuando estábamos los mas
pequeños en casa y iba al mercado a Benavente. Rosas, amarillos, azules,
verdes... los recuerdo saltando y piando por todas las esquinas,
recuerdo que algunos los perdíamos y otros se ponían enfermos, pasaba
horas y horas sentada con ellos cuando era así, intentando que
comiesen... aunque muchos morían. Recuerdo cuando a lo largo de los días
de verano iban creciendo, cambiaban la pluma y perdían el color hasta
que ya me era imposible reconocer cual era cual, llegaba septiembre, me
marchaba y perdía la pista de mis pequeños amigos.
Recuerdo ese mundo de colores que creaba con ellos, los recuerdo,
los recuerdo con cariño, igual que la mayoría de las cosas de ese
pueblo.
Claro que muchos morían. Pobrecitos, que perrerías les hacían "pintándolos" de colorines.
ResponderEliminarLa verdad es que si, estoy segura de que sufrían mucho pero antes la gente no estaba para nada (salvo excepciones) tan concienciados como ahora. Guardo buenos recuerdos si, pero son olvidar que muchos sufrían por ello.
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