domingo, 22 de diciembre de 2013

Algunos de sus pasos pararon en Villaquejida


Hace poco, por una casualidad, buscando historias antiguas, encontré una entrada de un blog que me llamó mucho la atención: (http://deformacionprofesional.blogspot.com.es/2010/05/villaquejida.html) En ella un "periodista hiperactivo del ámbito provinciano" que es como él se define, cuenta como en uno de sus viajes hace una parada en Villaquejida para tomar un café en La Ruta y su inquietud le llevó a recorrer las calles del pueblo. Una vez mas, este post, es una muestra de que Villaquejida no es especial solo a nuestros ojos, si no también a los de los que lo visitan, pues aunque solo pasase allí unos instantes este hombre ya se llevó un buen recuerdo.  Esto es lo que cuenta de su experiencia, de la casualidad que le llevó a acercarse hasta allí, de los escasos pasos que recorrieron sus calles pero también de la huella que ese corto recorrido dejó en el:  


 Plaza de Arsenio Fernández Huerga, en Villaquejida (León), con el Ayuntamiento en primer término. 8-5-2010.


" Hola. Esta entrada es la historia de una chincheta más clavada en el mapa. La de una casualidad circunstancial como es la de pasar por un lugar y parar en él, con la simple intención de tomar fuerzas para seguir haciendo camino. Esta vez, sin embargo, la curiosidad venció a la prisa y la parada técnica se convirtió en una breve estancia. Un mero paseo por algunas calles principales y unas pocas fotos para dejar constancia de ello. Muy poco, apenas una ojeada superficial. Pero lo suficiente como para poder decir, con orgullo, que he estado en Villaquejida.
Este municipio con tan peculiar topónimo y apenas un millar de vecinos se encuentra al sur de la provincia de León, junto a la carretera N-630, la artífice de que el pasado 8 de mayo estuviera allí. Comentaba en la anterior entrada que ese día tuvo lugar la quedada del foro de Saber y Ganar en León, a la cual asistí. Pensaba hacer una sola parada entre Madrid y la capital leonesa, más o menos a la altura de Tordesillas, pero, tal y como expliqué en la entrada anterior, el sueño me obligó a parar en Arévalo. O quizá sería más justo decir que el sueño me invitó a tener el placer de conocer Arévalo y a despejarme con un paseo por las calles de su casco antiguo.
Entre Arévalo y León media una distancia lo suficientemente grande como para tener que parar otra vez. Consciente de ello, al llegar a Benavente desestimé la opción de tomar la A-66 y me encaminé hacia León por la N-630. La autovía se construyó sobre un trazado totalmente nuevo, algo alejada de la carretera que no ha dejado de atravesar los pueblos por los que pasa. Por la vieja Ruta de la Plata, pensé, me sería más fácil encontrar algún lugar en el que parar.
Conocía perfectamente la ubicación de Villaquejida y algunos aspectos como que su población ronda las 1.000 personas (el último padrón es el primero que se sitúa por debajo de esa cifra, con 992 vecinos), incluyendo el pueblo anejo de Villafer, agregado en la década de 1970. Sabía que tenía que pasar por allí, pero el hecho de escoger Villaquejida para realizar una parada fue totalmente casual, tanto como el CD que iba escuchando en el coche se acabó pocos metros antes de la entrada del pueblo y me dije: "Pues aquí paro". Siempre y cuando encontrara un bar junto a la carretera, claro.
Tuve suerte. Lo había. Ya casi saliendo del pueblo en dirección a León, en el lado izquierdo de la carretera, al lado de una tienda de alimentación. Varios coches aparcados en la puerta, pero con espacio suficiente para dejar también el mío. El espacio para estacionar, tal vez, anhelaba los tiempos no demasiado lejanos en que la A-66 no estaba abierta entre León y Benavente y el tráfico de paso constituía una importante fuente de clientela para el bar. Aunque, al mismo tiempo, seguro que sin ese tráfico los vecinos de Villaquejida han ganado en calidad de vida, especialmente los que vivan a pie de carretera o en sus proximidades, y que ir hasta el bar no resulta tan aventurado como cuando todos los camiones de la N-630 atravesaban el casco urbano.
El bar era espacioso, un local bastante grande. Había pocos clientes, la mayoría de cierta edad y reunidos en un grupo, a la izquierda de la puerta. También el hombre que estaba detrás de la barra era susceptible de tener hijos mayores que yo. Al cruzar la puerta sentí las lógicas miradas de reojo de "Huy, ¿quién es éste, que no es del pueblo?", pero que apenas duraron un par de segundos, como si acto seguido hubieran pensado: "Alguno que va por la carretera en vez de por la autovía". Un saludo afable del señor de la barra, correspondido como debe ser. Póngame un refresco y unas patatas fritas para picar. "Patatas fritas, coja usted la bolsa que quiera", me indica con un tono amable, señalándome el mostrador.
En la barra tenían un ejemplar del día del Diario de León. Lo pillé, a ver qué se cocía en la tierra donde voy a pasar este sábado y en la que sólo había estado en una anterior ocasión, en octubre de 2000. Mientras tanto, me resultaba inevitable escuchar de vez en cuando la conversación que tienen el señor de la barra y el grupo de clientes de junto a la entrada. ¿Instinto periodístico o que, simplemente, soy un cotilla? Creí interpretar que esa misma tarde había algún acto festivo, especulaban sobre cómo se desarrollaría y si llovería o no, porque el cielo no tenía muy buena pinta. Entró una pareja algo más joven, también parroquianos habituales del bar, a juzgar por los cordiales saludos que se intercambiaron con quienes estaban charlando, y se sumaron a la conversación.
La cotidianeidad de Villaquejida en un bar cuyo nombre hace alusión a la ruta donde se ubica, poco antes de las 13.00 del 8 de mayo de 2010. Seguí leyendo el Diario de León, hasta que otro cliente que estaba separado del grupo me preguntó si le podía decir a qué hora emitían el fútbol por La Sexta, que él estaba bastante fastidiado de la vista y no atinaba a leerlo. Penúltima jornada de Liga, con el Barça y el Madrid jugando a la misma hora. A mí no me quitaba el sueño, pero comprendo que la cosa generara gran expectación. Tras decirle que el partido era a las 21.00 y mantener una breve conversación, el señor se fue, despidiéndose del dueño a la manera en que se despide un cliente habitual de un bar; otro gesto del día a día que, aunque nadie lo supiera en ese momento, me resultó interesante observar.
Pregunté al dueño por el baño, porque toda parada en carretera que se precie debe ir acompañada de la micción de turno. El señor ya me había parecido amable, pero a partir de ese momento tuve reforzada esa sensación; no es que me indicara dónde estaba el baño, sino que salió de la barra y me acompañó hasta él, señalándome incluso dónde estaba la luz. El bar tenía un espacio amplio detrás, imagino que sería un comedor. El señor se volvió para la barra y yo, mientras hacía uso del baño, me dije que a lo mejor había sido un acierto parar en Villaquejida.
Al salir del baño pagué la consumición, antes de abandonar el bar y decirme que, ya que estaba, podía conocer un poco más Villaquejida. No podía entretenerme; ya llegaba tarde a León. Pero un paseíto me permitiría estirar las piernas un poco y despejarme aún más para hacer los apenas 55 kilómetros que tan sólo me separaban ya de la capital leonesa. Justo enfrente del bar, al otro lado de la carretera, salía una calle con aspecto de principal; la iglesia se veía detrás, no estaba muy lejos. Me encaminé por ella, para iniciar el breve recorrido por el pueblo.




La iglesia estaba doblando a la derecha al final de la calle. Me sorprendió la construcción, por ser bastante diferente a los templos que hay por la zona donde yo vivo. Imaginé que sería renacentista por el estilo arquitectónico y las dimensiones, aunque, como digo, la diferencia constructiva con las cúpulas eclesiales de tejas azuladas de estos lares junto al Mediterráneo saltaba a la vista. El templo tenía una casa anexa, pero, por lo demás, estaban totalmente exentos, con lo cual se podía dar una vuelta completa en torno a él. Una buena forma de comprobar que sobre el campanario había un nido de cigüeñas:





La iglesia compartía con el Ayuntamiento la plaza principal del pueblo, dedicada a un tal Arsenio Fernández Huerga. Si alguien de Villaquejida, por casualidad, lee esto, le ruego que me disculpe por no saber quién es o era este hombre. En la fachada de la Casa Consistorial, una placa del año 1993 dice lo siguiente: "A D. Arsenio F. Huerga. Hijo Predilecto y Benefactor de esta villa, con profunda gratitud". Un personaje de enorme relevancia local, está claro. En cuanto al Ayuntamiento, una construcción sencilla, con aspecto de remodelada, pero también con toques arquitectónicos muy característicos de la mitad norte de la Península que por aquí apenas se ven, caso de los soportales. Todas las banderas posibles ondeando sobre el balcón daban una imagen bastante agradable.






No tenía tiempo para mucho más. Había enviado un mensaje a la anfitriona de la quedada del foro para decirle que ya me faltaba poco para llegar, pero no era cuestión de hacerme de rogar. Me encaminé hacia mi coche, observando otros detalles sobre la cotidianeidad de Villaquejida, como un par de señoras que volvían de la compra, probablemente de la tienda que había al lado del bar, o un joven que limpiaba su coche en una calle perpendicular a la que seguía yo. Algún hombre mayor paseando. Algún otro coche que llegaba, con varias personas a bordo, quizá para pasar el sábado o el fin de semana, quizá porque volvieran de hacer algún recado por los alrededores.
Cuando salía del aparcamiento, otro coche llegaba. Se bajaron varias personas, supongo que miembros de la misma familia. Tenía pinta de haber algo en Villaquejida ese día. Y, supongo, así era. En la página web del Ayuntamiento se indica que, precisamente, el 8 de mayo es la fiesta del "Voto de Villa", que no sé en qué consistirá. En internet también he rastreado sobre las actividades económicas de Villaquejida, y es que, al llegar a León y encontrarme con los compañeros dequedada forera, los anfitriones me recriminaron, entre risas, que no hubiera comprado embutidos en Villaquejida, que por lo visto los elaboran bien. Algo he encontrado por la red al respecto, algo.
Todos estos detalles hicieron que Villaquejida no me pasara desapercibida este 8 de mayo. Podía haber parado en cualquier otro pueblo atravesado por la N-630, pero la casualidad quiso que lo hiciera aquí. Y la sensación fue bastante agradable, aunque sólo fuera por observar gestos cotidianos como hablar de unas fiestas o del final de la Liga, por la amabilidad del dueño de un bar o por la satisfacción para la vista que siempre es un pueblo cuidado, con una arquitectura sencilla pero muy armónica.
Aunque la visita fuera tan breve, puedo decir que he estado en Villaquejida. Puede que a mucha gente le resulte totalmente intrascendente, irrelevante, insustancial. Pero para mí tuvo el sabor de las visitas agradables a esos pueblos que, sin grandes fastos, se muestran en su lado más genuino.
Saludos al personal... y a Villaquejida, si alguien de allí por casualidad encuentra esto husmeando en la red.


Noche del 16 de mayo de 2010"


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